Conozco metafóricamente mis defectos, mis fallas, mis falencias. Quizás hasta se el lugar desde donde me siento más cómodo para empezar a proyectar, mi propia imperfección. Siempre me pasa lo mismo. Quiero ser más fuerte. Pienso que si fuera más fuerte, te merecería. Pero me pregunto si encontraría una nueva hendidura siendo así. Probablemente. Punto menos, voy a intentarlo. Es muy simpático el ejercicio de mentirme a mí mismo, siempre me sorprenden las nuevas limitaciones que traigo. Y al final, siempre dimito a la idea de ir a buscarte. Quizás ya no me esperes en Tandil, quizás ya no mires la luna a las nueve y hayas dejado de comer sin sal. Tengo miedo de no encontrarte tal como te dejé. Y con el paso de los días también aumenta el temor a olvidar los detalles. Tus detalles; tus lunares, el color de tu piel, tu risa, tus gestos. Cuando nadie pueda notarlo, voy a bailar nuestra canción con una enorme sonrisa, y voy a viajar a un mayo ya macilento. Quizás, si convierto aquello en un rito, consiga hacer indestructible tu recuerdo.